407 gr. de trufas en un mismo sitio. ¿Qué son las trufas negras melanosporum frescas? Dicho Micelio, para sobrevivir en el subsuelo se asocia a raíces de algunos tipos de árboles, que en el caso de la trufa blanca son el tilo, chopo, roble, haya, sauce y avellano. En el mercado de trufas, se pueden encontrar diferentes tipos de este exquisito producto. Con este sistema, su fortuna fue rápida y brillante, y en 1827 llegaba a Burdeos en el bonito bergantín María Carolina, perteneciente a una casa de comercio realista, y traía un millón novecientos mil francos, en tres toneles de polvo de oro, de los cuales contaba sacar un siete u ocho por ciento reduciéndolos a moneda en Paris. Hacía siete años que su pasión lo había invadido todo. El uno hacía observar que hacía siete años que había aumentado mucho su fortuna, que Bonfons daba por lo menos diez mil francos de renta, y se encontraba enclavado, como todos los bienes de los Cruchot, en los vastos dominios de la heredera.
Por otra parte, usted sabe mejor que yo que cuando un hombre tiene cien mil francos de renta, su padre no ha hecho nunca quiebra, añadió señalando cortésmente la puerta al señor de Grassins. El señor de Grassins había ido ya tres veces. Eugenia abrió la carta temblando y, al abrirla, cayó al suelo una letra contra la casa Señora de Grassins y Corret, de Saumur. Si la noble y pura figura de Eugenia le acompañó en su primer viaje, como aquella imagen de la Virgen que colocan en sus buques los marinos españoles, y si atribuyó sus primeros éxitos a la mágica influencia de los votos y a las oraciones de aquella joven angelical, más tarde, las negras, las mulatas, las blancas, las almeas, sus orgías de todas clases y las aventuras que le ocurrieron en los diversos países que recorrió, borraron por completo el recuerdo de su prima, de Saumur, de la casa, del banco y del beso cambiado en el pasillo.
A principios del mes de agosto de este mismo año, Eugenia estaba sentada en el banco de madera en que su primo le había jurado un amor eterno y al que iba a almorzar cuando hacía buen tiempo. De modo que Eugenia acabó al fin por gustar de aquellas adulaciones y se fue acostumbrando gradualmente a dejarse tratar como soberana y a ver su corte llena todas las noches. Eugenia palideció y conservó por un momento intacta la carta, pues palpitaba demasiado su corazón para poder abrirla y leerla. A pesar de la habilidad que despliegan las mujeres elegantes, el éxito de esta empresa hubiese parecido muy problemático a todo el mundo, tanto, que la misma señora de Aubrión, al ver a su hija, desesperaba de poder casarla sin dote, ni aun con un hombre a quien embriagase la idea de ser noble. Para reparar las prodigalidades de la señora de Aubrión, el noble había ido a vender sus propiedades.
La madre hablaba ya de la satisfacción que tendría en ceder el piso bajo de su palacio a su yerno y a su hija, y como no participaba de las preocupaciones del señor de Aubrión acerca de la nobleza, había prometido a Carlos Grandet que obtendría una real orden del buen Carlos X autorizando a Grandet para llevar el nombre de Aubrión, usar sus armas y sucederle en el titulo de jefe de Buch y marqués de Aubrión, mediante la constitución de un mayorazgo de treinta y seis mil francos de renta. De Grassins, al saber su vuelta, su casamiento próximo y su fortuna, fue a verle para hablarle de los trescientos mil francos mediante los cuales podía pagar las deudas de su padre. Carlos recibió al señor de Grassins, a quien no conoció, con la impertinencia de un joven elegante que había matado a cuatro hombres en las Indias en diferentes duelos. La señora de Grassins, que se mostraba amabilísima con Eugenia, persistía en atormentar a los Cruchot. Dios mío, señor cura, me encuentra usted en un momento en que me es imposible ocuparme del prójimo y en que pienso únicamente en mí. Me callo. Venía a hablarle a usted de ciertos negocios y veo que está usted en gran conferencia.