Las trufas blancas son suaves con un ligero tinte amarillo. Los monarcas no son dueños de su suerte, porque tienen heredado el trono. Si todo hombre es dueño de su suerte, ¿cómo viene a suceder que la inteligencia divina en el autor de la Ilíada, la sabiduría excelsa en el maestro de Fedón, el valor indómito y la rectitud inquebrantable en el competidor de Demóstenes, las grandes virtudes reunidas en el mayor de los griegos, no los volvieron a estos seres privilegiados los más prósperos de los mortales, y dichosos según que regulamos la felicidad con advertencia a esta vida y el modo de vivirla? ¿Cómo sucede que estos ricos, estos botarates que echan por la ventana veinte mil duros en una noche de luminarias o en un festín de quinientos platos; cómo sucede, repetimos, que estos que tienen para hartar de ficédula, pitirrojo, alondra y ave del paraíso, asentados con brazos de mar de Tokay y Roederer, a sus reyes, sus parientes, sus camaradas, sus amigos tan opulentos como ellos, no dan a un pobre ilustre de una vez para toda la vida, o cuando menos para algunos años, y no que le obligan a estar volviendo a sus umbrales y llamando a sus puertas cada día?
He aquí otra prueba viviente del principio sentado en mala hora por el seudo filósofo: «Todo hombre es autor de su propia fortuna»; principio que trae consigo una torpe falsedad y una calumnia a los desgraciados ilustres que no han perdido una hora de la vida ni se han dado punto de reposo, trabajando en la obra de los buenos, que es la civilización y la felicidad del género humano. Cortas se quedan las palabras de halago para nuestros lagottos qué Todo y tanto me han dado e intentaré aunque sea con mis años de vida, devolverles todo lo que ellos nos han aportado aunque por supuesto no lo consiga. En el XVIII los cocineros de las cortes europeas elevaron a la trufa a la categoría de producto exclusivo y elitista que aún mantiene, aunque cultivo mediante micorrización ha democratizado el consumo. Con esto normalmente es suficiente, aunque es recomendable aplicar yodo nuevamente una vez al día durante los dos o tres días posteriores. Y una mujer caritativa sale, toma al viejo, le entra en su tienda, le da de comer y le abriga con sus propias mantas. Lloraba el viejo, porque era desgraciado: el pan, mal seguro, no de cada día; vino, nunca por sus manteles.
Job, viejo, pobre, dejado de todos; enfermo, víctima de mil dolencias e imposibilidades, lleva vividas muchas vidas, en las cuales ha sido, según la idea de Jámblico, afortunado desde luego, después feliz como lo entiende el mundo, a manta de Dios en esto de riquezas y placeres, que son cartas desaforadas para con el padre de las virtudes. Los dos reinos son sus tributarios; la perdiz provocativa, el pichón delicado, el capón suculento, allí están a su albedrío, haciendo requiebros a su paladar esquilimoso. Su mirada contiene un mundo de desprecio por el género humano: es millonario de sangre real; sus semejantes no son semejantes suyos; los aborrece o los desdeña. El mundo que te rodea se verá de forma diferente, viendo y escuchando cosas mejor y más intensamente. Hay una variedad que adopta el aspecto de las verrugas en perros, es decir, con forma de coliflor. Hele allí: baja ya las gradas de mármol: su rostro viene ardiendo en un bermejor que no es de la naturaleza: gruesos diamantes al pecho en forma de botones: un carbunclo, envidia de reinas, está fulgurando en el meñique del príncipe o señor.
Llamamos hongos micorrizógenos a aquellos que viven en simbiosis con las raíces de las plantas. Los perros que buscan trufas están entrenados para detectar el aroma de estos hongos tan preciados. Su apariencia única, aroma distintivo y sabor delicado la convierten en un ingrediente muy buscado por los amantes de la alta cocina. La idea de imaginar a los recolectores caminando por el bosque con sus perros solo ha aumentado el romanticismo alrededor de este preciado ingrediente. Por ello, los recolectores cambiaron a estos animales por perros truferos, como se les conoce a los perros adiestrados. El embajador de Francia mostró una ocasión viva sorpresa en Madrid de ver que hombre como Cervantes no estuviese aposentado en un palacio y servido como príncipe a costa del Gobierno. "Probé a comprar una trufa Mesentericum pequeñita para las últimas navidades. Hay en Jámblico un pensamiento que hace meditar mucho acerca de la inmortalidad y el porvenir de las criaturas. El tiempo que tu can esté dispuesto a buscar sin cansarse depende del carácter del perro. Atzeneta del Maestrat Castellón. Los que de primera entrada cortan por los argumentos y lo resuelven todo por la autoridad del orgullo y en nombre de la ignorancia, dirían buenamente que esa ley tácita del Hacedor contra los varones ínclitos no existe.